WASHINGTON.- La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca dio paso al periodo de mayor turbulencia de las últimas décadas en las relaciones entre Estados Unidos y México. No sólo los inmigrantes mexicanos han sido demonizados por el presidente de los Estados Unidos. El propio presidente, Enrique Peña Nieto, ha sido objetivo de sus golpes.
Hoy, según las encuestas, ganará las elecciones mexicanas un político al que muchos han comparado con Trump por sus propuestas nacionalistas y su temperamento. Y una de las grandes incógnitas es cómo será cómo se desenvolverá la relación entre Trump y Andrés Manuel López Obrador si el izquierdista realmente se impone en las urnas.
Según algunos analistas, con sus ataques a México, Trump le hizo el juego a la campaña al candidato y líder del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que a sus 64 años atrae un voto protesta por la corrupción, la inseguridad y el escaso crecimiento económico en la era de Peña Nieto.
Pero pese a sus arremetidas, en lo relativo a la campaña y sus candidatos, Trump ha mantenido un perfil sumamente bajo, una situación que no se esperaba.
Ante los prototipos del muro que quiere levantar para separar a Estados Unidos de México, en marzo Trump pronunció en San Diego unas de las pocas palabras que se le conocen sobre la campaña mexicana. “He oído que tienen algunos muy buenos candidatos y que tienen otros que quizá no son tan buenos”, dijo sin dar nombres.
Probable beligerancia
El nexo que establezcan el estadounidense y López Obrador marcará la relación entre sus países. “El mayor foco de incertidumbre seguirá siendo Trump”, pronostica Michael Shifter, presidente del “Diálogo Interamericano”, un conocido think tank (grupo de pensamiento) de Washington, anticipando mayores tensiones bilaterales.
Pese a que México ha sido utilizado por Trump como punching ball, la Administración de Peña Nieto ha mantenido la cooperación en temas importantes para Estados Unidos, tales como la política migratoria y la lucha contra el crimen transnacional.
Con López Obrador eso podría cambiar. “Si Trump endurece más su política contra los migrantes, podría reducir los controles, generando mayores flujos de migrantes en la frontera”, avanza Shifter.
Juan Carlos Hidalgo, analista del Instituto Cato, habla de una probable “relación beligerante”, pero no descarta que la imprevisibilidad de Trump la pueda llevar las cosas por otro lado.
“Es posible que vea en López Obrador un alma gemela que está haciendo lo mismo que él se ve haciendo en EEUU: combatir al establishment y a una clase política corrupta; y poner los intereses de su país primero. Eso podría dar un espacio para sorpresas”, arriesga.
Temores en EEUU
En Estados Unidos no gusta López Obrador, al que con frecuencia, por su izquierdismo, lo relacionan con la Venezuela de Nicolás Maduro y con la Cuba castrista.
“Si los mexicanos eligen a López Obrador, estarán, como los votantes que apoyaron a Trump, volando por los aires el statu quo sin saber con qué lo va a reemplazar. El resultado puede ser mayores problemas a ambos lados de la frontera”, aseguró The Washington Post en un editorial que anticipaba una relación “más tóxica” que la “ya evenenada” por Trump.
El establishment político estadounidense no oculta su desagrado ante la perspectiva de la victoria de López Obrador. “No sería buena para EEUU ni para México”, dijo el jefe de Gabinete de Trump, John Kelly, cuando aún era secretario de Seguridad Nacional.
Robert Lighthizer, representante de Comercio y jefe negociador del Nafta, la consideró un “riesgo político” a tener en cuenta por las empresas estadounidenses a la hora de invertir en México. Algunos sectores económicos, como el petrolero, temen que López Obrador intente revertir las reformas liberalizadoras de Peña Nieto. El senador John McCain tachó al mexicano despectivamente de “izquierdoso”.
El fantasma ruso
Uno de los temas de los que se ha hablado en Estados Unidos en relación con las elecciones mexicanas ha sido el de la injerencia rusa. “Sabemos que Rusia tiene tentáculos sobre elecciones en todo el mundo. Lo hemos escuchado de nuestros colegas europeos y mi consejo para México es: presten atención a lo que está sucediendo”, advirtió en febrero el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson.
Para entonces, López Obrador ya se había bautizado a sí mismo como “Andrés Manuelovich”, mofándose de quienes aseguraban que la mano del Kremlin iba a tratar de impulsar su victoria.
“Si existiera (influencia rusa en los comicios), el impacto sería limitado en México, donde la ventaja de López Obrador parece decisiva”, analiza Shifter.
“Una ventaja de más de 20 puntos porcentuales en las encuestas es imposible atribuirla a una influencia rusa. Con o sin Rusia, López Obrador habría ganado los comicios de todas maneras”, coincide Hidalgo.